martes, 23 de abril de 2019

La historia del libro: inicios

Los libros en la antigüedad 



                                            Libro antiguo hecho con tablillas de madera

Los primeros equivalentes a un libro en la antigüedad eran radicalmente diferentes a la imagen que se posee de ellos hoy en día. Mucho antes de la invención del papiro de parte de los egipcios (la cual fue una piedra clave en el desarrollo de la forma del libro moderno) otras culturas antiguas utilizaban para escribir materiales como la piedra, la arcilla, la madera, cerámica, entre muchos otros. Debido a la naturaleza de los mismos la compilación de escritos extensos no era práctica, por lo que lo textos eran usualmente muy breves y anónimos.

Estos problemas se vieron reducidos con la llegada de los pergaminos, los cuales eran mucho más resistentes y manejables. Además, ayudaban a lidiar con las limitaciones de espacio puesto que podían hacerse más extensos si se necesitaba, esta forma era mucho más efectiva que con otros materiales menos flexibles como la roca y la madera. 


                                      

La transición al códice 


Con el paso del tiempo, los pergaminos también dejaron de considerarse suficientemente buenos como para satisfacer las necesidades de las personas. Si bien eran mucho más eficientes que trabajar con roca o arcilla, también presentaban sus propios inconvenientes. El hecho de tener que ser enrollados y desenrollados a medida que se iban leyendo resultaba poco práctico, empeorando en textos de extensión considerable.

El formato usado en los pergaminos fue reemplazado por el códice, el cual es el formato usado por los libros modernos. Los rollos de los pergaminos pasaron a ser cosa del pasado y se comenzó a usar el formato rectangular de hojas de papel cosidas que se asocia con los libros hoy por hoy.

Ese cambio trajo consigo muchos nuevos beneficios que ahora son un estándar que se espera de cualquier libro moderno. Por ejemplo, el formato de códice permitía dirigirse directamente a un punto específico del texto, cosa que no era posible con los pergaminos por su forma de rollo. Además, el formato de códice era ideal para ponerse sobre una mesa, brindando mayor comodidad a la persona para leer un libro y tomar notas al mismo tiempo. Con el tiempo este se fue perfeccionando añadiendo elementos como los índices, que facilitaban incluso más la consulta rápida y directa de la información pertinente de un texto.
 
Durante la mayor parte de la edad media, las copias de un libro se hacían transcribiendo a mano todos sus contenidos. Lo que resultaba una labor larga y ardua. Había personas que se ganaban la vida dedicándose a hacer copias de libros por encargo de eruditos y miembros de la clase alta de la sociedad de la época. Debido a lo difícil que resultaba reproducir un libro, estos eran guardados recelosamente en bibliotecas privadas de nobles o custodiados por monjes en las bibliotecas de los templos.

La autora del libro “Fundamentos de la comunicación”, Dionne Santos García, señala que “la posesión de los libros continuó siendo un asunto elitista en muchos sentidos, pues los coleccionistas, personajes con prestigio y medios económicos para hacerse de costosos volúmenes, además de ser amantes de la lectura, también veían en sus preciados bienes un signo de prestigio y no sólo un acervo informativo”.

Los libros eran símbolo de poder y fortuna por lo cual se mantenían fuera del alcance de la población de clase baja. El conocimiento y la educación no era un derecho, sino un privilegio reservado para unos pocos.

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